La parcela ejidal es propiedad del ejido en términos de la ley agraria, aunque la mayoría de las personas consideran (erróneamente) que es propiedad del ejidatario, avecindado o posesionario a quien le fue asignada la parcela, sin embargo, la legislación de la materia establece en su artículo 9 que el propietario de las tierras ejidales es el núcleo agrario.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y la legislación agraria, establecen la posibilidad de que las tierras ejidales (propiedad del ejido) que han sido formalmente parceladas y asignadas a un ejidatario puedan adoptar el dominio pleno sobre dicha superficie, para lo cual, la asamblea reunida con las formalidades especiales deberá aceptar que esa superficie pueda pasar a ser propiedad privada del ejidatario, dicha asamblea debe de inscribirse en el Registro Agrario Nacional y una vez que es calificada de legal el ejidatario a quien se le autorizó transitar a la propiedad privada, puede solicitar al órgano registral antes referido que se inscriba en propiedad plena de su solicitante.
Analizando lo anterior, podemos concluir, que el dominio pleno ejidal es un auténtico acto traslativo de propiedad y aunque no sea de los actos y/o contratos que reconoce nuestra legislación civil y que la ley agraria tampoco la refiere como tal, realmente se está frente a ello, pues la parcela ejidal que era propiedad del núcleo agrario pasa a ser propiedad del ejidatario, de ahí que en ese momento se incrementa el patrimonio del individuo y se desincorpora de la superficie propiedad del ejido, sin que ninguno de los anteriores cause impuesto, no obstante que el sujeto agrario quien será propietario de la tierra incremente de manera considerable su patrimonio.
A lo anterior agrego que por disposición de la ley, la primer enajenación que hace el ejidatario de una parcela con dominio pleno a un tercero también es libre de impuestos y derechos federales para el enajenante.
Dra. Odilisa Gutiérrez Mendoza
contacto@ogmasociados.com